por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







viernes, 25 de octubre de 2013

Energía desbocada



Cía. Iván Vargas. Baile, coreografía y dirección: Iván Vargas. Cante: David el Galli, Moi de Morón, Manuel Tañé. Percusión: José Carrasco.Guitarra: Juan Campallo. Colaboración en la zambra: Rocío Vargas, Estela Rubio, Sandra Córdoba. Lugar: Sala Joaquín Turina, Sevilla. Fecha: Jueves, 24 de octubre. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Es el mismo discurso todo el rato. No sólo en los diferentes estilos que baila, seguiriyas, tarantas y alegrías en el caso de anoche. No hay matices diferenciales, ni en el paisaje que evoca, ni en el estado de ánimo. Lo mismo ocurre a lo largo cada pieza. No hay valles porque todo es climax. Es pura energía, un turbión, un caballo desbocado que no sabe a donde va. Mucha energía, mucho ruido. Mucha vida, desde luego. Mucha percusión. No obstante, Iván Vargas tiene unas bonitas manos bailaoras: lo vimos en una falseta tremolada de la taranta, no así en la falseta de las alegrías. Quizá esté último estilo fue el más descontextualizado. Todo fue un frenesí y, como dijo el clásico, "fuese y no hubo nada". 



Tampoco entendí muy bien el papel de las mujeres en la escena: se limitaron a tocar las palmas, a tender sus manos hacia el bailaor, a entrar y salir de escena, no sé con qué objeto. Iván Vargas es un buen bailaor. Su arte está lleno de frescura y, naturalmente, de fuerza. Además, ya está dicho, tiene unas bonitas manos. Sus excesos dramáticos pueden llegar a encauzarse en un discurso coherente, aunque ayer resultó sobreactuado en muchos momentos de su recital. Creo que está demasiado pendiente de la audiencia. Quizá sería beneficioso para su arte que se olvidara un poco del público y se centrara en lo que desea comunicar. Es un artista con un enorme potencial: el reto es ahora pulir lo accesorio para que emerja el baile pertinente que lleva dentro.

Iván Vargas acudió a la sala Joaquín Turina con un elenco notable, de voces grandes y rotas, que hicieron unos fandangos abandolaos muy gustosos. Y un guitarrista polivalente, imaginativo y lírico. Su toque solista, íntimo, emotivo, pulido y elocuente, fue el único instante de serenidad en el frenesí de la noche.

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