por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







lunes, 3 de junio de 2013

Ser, más que hacer



Cía. José Galán. Baile, idea, dirección artística y coreografía: José Galán. Baile: Vanesa Aibar, Reyes Vergara, Helliot Baeza. Guitarra y música: Javier Gómez. Percusión: Luati. Violín: Leslie Ann Jodan. Dirección escénica: Juan Carlos Lérida. Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: Sábado, 2 de junio. Aforo: Casi lleno.

La intención es otra. La mirada es otra. Otro es el lugar. Confieso que ser espectador profesional de lo jondo puede convertirse en una rutina. Desde hace años se han impuesto unas formas y unas intenciones, unas miradas, en el entendimiento del flamenco contemporáneo. Los bailaores, en una buena medida, se han hecho especialistas, han llevado la técnica más lejos que nunca en la historia. Existen fórmulas que parecen inherentes a lo jondo y que sin embargo se crearon ayer mismo. 





Tradiciones que, mirando desde una perspectiva histórica, acaban de llegar a este arte y sin embargo parecen inamovibles. En el pasado lo importante era la energía, la mera presencia escénica. No tanto hacer como ser. Por eso este espectáculo sobre la discapacidad, siendo, por otra parte, de una enorme complejidad técnica, aporta una mirada diferente. En la soleá de la alienación mental llama la atención el uso del sombrero. En la guajira el humor y la ironía de Vanesa Aibar que baila hasta con cuatro abanicos de distintos tamaños. El garrotín de Reyes Vergara es puro regocijo: un recordatorio a todos los bailaores de hoy de que el baile se inventó como una forma de risa, como una manera de amor; y Helliot Baeza aporta espontaneidad y tierra. 




Que la danza se inventó para reír, para gozar, para ser feliz, puede ser un descubrimiento para muchos bailaores de hoy. En esta obra hay mucha risa, mucha complicidad, mucho contacto, físico y emocional, entre los intérpretes, tanto en los pasos a dos como en la bulería final. Cuando la rutina se impone como algo inamovible: eso es discapacidad.


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