por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







miércoles, 20 de marzo de 2013

Las esencias se guardan en tarros pequeños



'Los hilos del tiempo'. Ciclo 'Flamenco Viene del Sur'. Baile y coreografía: Alicia Márquez, Ramón Martínez. Cante: Pepe de Pura, Antonio Núñez 'El Pulga'. Guitarra: Juan Requena, Óscar Lagos. Percusión: Paco Vega. Luga:Teatro Central, Sevilla. Fecha: Martes, 19 de marzo. Aforo: Lleno. 


El lugar propio de Ramón Martínez es la intimidad, la fiesta pequeña, la cercanía. Con ello no quiero restarle mérito a su arte, sino todo lo contrario: recuerden que las esencias se guardan en tarros pequeños. Por eso lo mejor de su actuación fue la bulería, donde se mostró cómplice con el público, con los músicos, con el cante, con su sombra en la pantomima, con los sombreros. Ahí despareció la solemnidad de la soleá, que a fuerza de énfasis (por la fuerza) se hizo reiterativa. Como reiterativas fueron las partes dramáticas de una obra que se explica a las mil maravillas con el baile, que es lo que mejor saben hacer estos dos. Dos que se comprenden, que se compenetran en los pasos a dos, el primero mecánico y gélido, cibernético, el segundo lírico, muy bello, y el tercero de fiesta, por alegrías. Cómplices y complementarios.













La obra se pretende solemne, casi grandilocuente, pero funciona mejor en la intimidad, en la letra pequeña: recuerden, también, que el centro se distingue por su levedad. Cuando cae lo solemne (también en la seguiriya) se suavizan las formas y de las caderas de Márquez brotan, sinuosas, sugerencias mil, elegante familiaridad, discreta seducción. También en el número dedicado a la madre, sentimental y directo. 





Elogio de lo pequeño, del intimismo, de lo cercano, lo familiar: el flamenco sabe de emociones más que la mayoría de las artes occidentales porque juega esta baza del hombre, y la mujer, que anda por la calle, que compra en el mercado, que toma café en el bar de la esquina. Además de lo dramático y grandilocuente, a la obra le sobran unos minutos para funcionar como un reloj.

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