por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







sábado, 16 de marzo de 2013

El frío acero del héroe


Voz: Rocío Márquez. Guitarra y composición: Pacoseco. Clarinetes y saxo soprano: Miguel Domínguez. Lugar: Sala Joaquín Turina, Sevilla. Fecha: Viernes, 15 de marzo. Aforo: Media entrada.

Con esa frialdad que suele acompañar a lo heroico. La música de Pacoseco queda bien definida por su nombre artístico: austera, esencial, pulida. Perfecta, con todo lo que ello implica también de frialdad, como digo. Sus composiciones son muy físicas, épicas, muy rítmicas, y de ellas parece excluido todo efluvio sentimental. Por eso cuando Rocío Márquez se arrancó a capella por fandangos de Vallejo el teatro se puso en pie. Fue una combinación perfecta. Márquez se acomoda bien en este grupo: la pulcritud, la exactitud, es una buena base para que su voz vuele y para que despliegue de forma natural su elegancia característica. 



De hecho, a ‘La tarara de Camarón, a ‘Los cuatro muleros’ de Marchena, a ‘Los Peregrinitos’ de la Niña de los Peines o Pericón, hay que sumar ya ‘Las morillas de Jaén’ de Márquez y Pacoseco Trío. Muy físico, como digo, este romance fronterizo, melismático, misterioso, secreto, como las emociones de su compositor. Pacoseco ha sabido sacar todo su jugo al ritmo ternario popular hispano, a la seguidilla. Estas canciones populares son un éxito desde que Lorca y La Argentinita las grabaran en 1931. No todas las versiones han sido flamencas, naturalmente, aunque las más interesantes son las flamencas: a las dichas hay que sumar las de Carmen Linares y Rafaela Carrasco: no nos olvidemos que La Argentinita era una bailaora y que su grabación lorquiana tenía su versión coreográfica. Música de raíz, señalaba el programa de mano. 





No conozco música sin raíces. La de Pacoseco en concreto suena recién parida, con el marchamo propio de este tiempo de virtuosos y con guiños o referencias, conscientes o no, a todo tipo de virtuosos de todos los géneros, incluyendo los del jazz de los 50 y 60 en la pieza que abrió la noche. Música perfecta, sí, en la que, de cuando en cuando, en alguna variación escondida, surge la vida. La vida, que mancha, que emborrona, y que está lejos, por suerte, de la perfección.

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