por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







miércoles, 7 de marzo de 2012

La perfección, y punto final

'Flamenco clásico'
Cante: Mayte Martín. Guitarra: Juan Ramón Caro. Lugar: Teatro Central (Sevilla). Fecha: Martes, 6 de marzo. Aforo: Casi lleno.



Siempre me ha evocado, y ayer no fue una excepción, a la Niña de la Puebla. Una cantaora y empresaria que fue una estrella de lo jondo y que hoy está prácticamente olvidada, incluso en su pueblo. Martín tiene en común con ella, y creo que no es mera coincidencia, ese fraseo delicioso, la afinación perfecta. Pero también hay algo en el timbre de voz que relaciona a las dos cantaoras. Mayte Martín nunca la ha citado entre sus influencias, como sí ha hablado de Valderrama, del que recordó ayer su guajira, de Pastora Pavón o del inevitable Chacón, del que hizo una de sus malagueñas y las dos granaínas que compuso el jerezano.




Fueron tres de los momentos de más emoción de la noche. Eso sí, la emoción se ve mermada, en buena medida, por el hecho de que este repertorio de 'Flamenco clásico' de Mayte Martín, es prácticamente el mismo desde hace doce años. El mismo significa, no sólo los mismos cantes, con alguna variación melódica nueva, también las mismas letras y, por supuesto, dichas de la misma manera. No obstante, el repertorio funciona, como funcionó anoche.



Pero a una artista superdotada como Mayte Martín cabe exigirle, no sé qué les parece a ustedes, algo más de entrega y de riesgo: doce años son muchos. Una espectadora lo expresó de forma sintética: "Mayte, eres perfecta". Con lo positivo y negativo que supone la perfección. Sobre todo porque cuando ésta acontece, a lo que parece, se acaba toda posibilidad de evolución o búsqueda. Con todo, la catalana brilló a gran altura toda la noche, como he dicho, y encontró en la soleá de Triana la forma más directa de llegar a nuestro corazón. En el bis hizo Un cuento para mi niño de Lole y Manuel, acompañándose a sí misma a la guitarra.



Juan Ramón Caro fue, una noche más, el escudero ideal de esta cantaora perfecta. Un toque pulcro, delicado, sutil, muy sensible hacia lo que ocurre a su derecha, sin grandes complicaciones armónicas pero emotivo y directo en su doble función de soporte armónico

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