por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







domingo, 10 de julio de 2011

Ayer en La Puebla



Presentando

Me sentí muy honrado al presentar el festival de La Puebla de Cazalla, al pisar las mismas tablas que pisaron Fernanda de Utrera, Antonio Mairena, Chocolate, Perrate, Joselero, Diego del Gastor, José Menese, Trini España y Paco Laberinto. Hablo, tan sólo, de la primera edición de la Reunión de Cante Jondo, que tuvo lugar el 3 de septiembre de 1967. Es lo que le dije a Pepe Santos, cuando me encomendó conducir la cuadragésimo tercera edición de la Reunión de Cante Jondo: “me siendo muy honrado”. Por varias razones. La principal es que la Reunión no es un festival como otro cualquiera. En la Reunión el flamenco es un ritual sagrado que, como en todos los ritos, está presidido por la entrega, el respeto. Desde su nombre, esta Reunión está orientada a los aspectos más profundos, más graves, más hondos del flamenco. De ahí que el sustantivo Reunión sustituyera al habitual de Festival.

La Moneta por soleá

En la Puebla se apuesta por una visión del flamenco: el flamenco grave, entrañado. Las emociones más hondas: la emoción de la pena por soleá, de la tragedia y la rabia por seguiriyas. Esta apuesta por una estética flamenca se concreta en el nombre del festival, en su escenografía cuidada.

Otra de las peculiaridades de este festival es que cada uno de los géneros del flamenco, cante, toque y baile, se presenta como protagonista en algún momento de la noche. Es evidente que en la Reunión se concibe el cante jondo como el centro del legado flamenco. Pero el toque y el baile también tienen su protagonismo.

Diego Clavel con Manuel Herrera
Cancanilla y Manuel Herrera
También singulariza a La Puebla algo que tiene que ver con lo anterior: la importancia que los artistas locales tienen en su festival. Es decir, la apuesta por una estética determinada convierte a la Puebla de Cazalla, por una noche, en el epicentro flamenco, en la capital de lo jondo. La apuesta por una estética es también la apuesta por artistas locales. Una singularidad que para algunos es una carencia pero que la mayoría consideramos una virtud: la de poder asistir a un festival diferente.

Me gusta de La Puebla su apuesta por lo grave, la seriedad jonda. Pero, amigos moriscos, no os dejéis llevar por ello por los cainitas. El hombre es muchos hombres, el grave y el festero, el comprometido y también el frívolo. Porque también la fiesta exige un compromiso. Claro que lo que nos gusta de la Puebla es su apuesta por lo grave, pero no penséis que los festivos, los ligeros si queréis, son los enemigos. A veces en la superficie encontramos una verdad inquebrantable. A veces en lo aparentemente frívolo hallamos lo esencial. En todo caso, no os dejéis llevar por el cainismo. No creáis que el flamenco tiene en su seno al enemigo. Todo lo contrario. El flamenco es una cultura minoritaria del sur de Europa. Por eso es necesario unirnos para combatir el discurso dominante. Aunque esa unión exija, a veces, hablar en el mismo idioma de la cultura anglosajona que nos arrolla como una apisonadora.
José Menese y Antonio Carrión

Fue una noche épica, otra más en La Puebla. La ligazón de las soleares de Cancanilla. La entrega, el arrobo de La Moneta. La austera esencialidad de Pepe Torres. La honestidad a prueba de bombas de Diego Clavel. Y Menese, dándose, entregándose. Hizo un recital de más de una hora de duración con el corazón en la boca, buscando la variedad de repertorio pero desgranándose como el que no quiere la cosa, muriéndose otra vez, por soleá y seguiriyas.






Pepe Torres

Fotos: Juan

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